Salta: La Leyenda de la Ciudad de Esteco

Salta, Argentina – La provincia de Salta esconde en su rica historia una fascinante leyenda que narra la trágica historia de la ciudad de Esteco, un lugar que, en su apogeo, fue castigado y hundido bajo la tierra. Según cuentan los relatos, esta ciudad, rebosante de oro y riquezas, vio su caída a causa de la falta de compasión de sus habitantes.

La ciudad fue fundada en 1609 por Alonso de Rivera, quien la nombró Talavera de Madrid. Sin embargo, pronto fue conocida como Esteco, un nombre que se instauró entre los antiguos pobladores. Gracias a su comercio, la ciudad alcanzó una opulencia imponente, pero su prosperidad se tornó en arrogancia.

La leyenda sostiene que el 13 de septiembre de 1692, Esteco fue destruida por un devastador terremoto, aunque algunos relatos sugieren que la furia de los indígenas podría haber contribuido a su caída, como ocurrió con otras ciudades españolas de la época. Con el tiempo, la historia adquirió un carácter religioso, convirtiéndose en un relato popular que perdura hasta hoy.

Entre el mito y el misterio

La ciudad de Esteco se describía como una de las más ricas y prósperas del norte argentino, rodeada de un paisaje fértil y espléndido. Sus construcciones, bañadas en oro, eran un reflejo de la buena fortuna que disfrutaban sus habitantes, quienes, sin embargo, se dejaron llevar por la soberbia y la mezquindad. La avaricia dominaba sus corazones: un simple pañuelo o sombrero que caía al suelo no merecía su atención.

Un día, un viejo misionero llegó a la ciudad con la intención de redimir a sus habitantes. Con un aspecto lastimoso, lleno de heridas y vestido con harapos, pidió limosna en las lujosas casas de Esteco, pero nadie mostró compasión. Desesperado, se dirigió a las afueras, donde una mujer pobre, conmovida por su situación, decidió sacrificar su única gallina para ofrecerle alimento y un lugar donde descansar.

El misionero, agradecido, comenzó a predicar la importancia de la caridad y la humildad en la ciudad, pero sus palabras fueron recibidas con burlas. Esa noche, regresó a la casa de la mujer y se le reveló como un profeta, advirtiéndole que si la ciudad no cambiaba, sería destruida por un terremoto. Le pidió que tomara a su hijo y abandonara la ciudad esa misma noche, asegurándole que su gesto bondadoso la salvaría.

El misionero le hizo una advertencia final: debía caminar sin mirar atrás, incluso si la ciudad parecía desmoronarse tras de ella. La mujer obedeció y, al amanecer, salió con su pequeño.

Cuando la noche cayó, un estruendo estremecedor resonó en la tierra, anunciando la catástrofe. Las llamas brotaron y las casas se hundieron en un abismo ardiente. Aturdida, la mujer se volvió para observar la caída de la ciudad, y en ese instante, fue convertida en piedra, eterna en su gesto de amor hacia su hijo. La tradición asegura que cada año, la figura de la mujer desciende a la ciudad de Salta, recordando la historia trágica de Esteco y la importancia de la compasión.

La leyenda de Esteco no solo es un relato de tiempos pasados, sino un recordatorio de los valores fundamentales que deben prevalecer en nuestras vidas.

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